
Difícil, a veces imposible, poner por escrito todos los pensamientos que se arremolinan en la mente; sobre todo, cuando se entremezclan con las razones del corazón. Demasiadas emociones agolpadas como para poder prenderlas y racionalizarlas.
En demasiadas ocasiones sobran las palabras, que tan sólo sirven para maquillar o esconder aquello que tememos o amamos. Tantas ideas que, al intentar expresarlas, pierden todo significado y se quedan en eso, en palabras, huecas de significado, de emoción, de amor.
Alejar a las personas que se quieren para no sentir dolor, para no sufrir, para blindar un corazón, que ya no puede derramar más lágrimas. Y cuando, al fin se produzca la pérdida, sumirse tan sólo en un letargo, a la espera de que el tiempo transcurra y mitigue las heridas
infringidas en el alma.Atesorar, uno a uno, los recuerdos que van desvaneciéndose, poco o a poco, en la nada, en el olvido, para así intentar encontrar algo, una razón, para continuar, para luchar contra la apatía que envuelve el cuerpo y la mente, en definitiva, el ser. Reconstruir los pedazos de uno mismo para poder seguir adelante sin mirar atrás, sin permitir que la desesperación nos invada.
En definitiva, llegar a resurgir, cual ave fénix, de las cenizas de la muerte.
Touché! Hoy incluso el cielo ha llorado...
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